
Hace un par de meses que fui de viaje a Tampico por unos días y pues estando en el hotel vi la película de Van Gogh a las puertas de la eternidad y ¡que película tan conmovedora!
Sin duda la vida de Van Gogh no fue nada fácil, pero aún en sus días más tristes nunca dejo de crear y siempre vivió asombrado por la belleza de la naturaleza, sus formas y sus colores eran algo mágico para él que literalmente hacían que le explotará la cabeza.
En la época en que vivió Van Gogh siempre le dijeron que sus pinturas no eran buenas porque su técnica no era realista y bueno, los genios siempre están adelantados en el tiempo. Van Gogh no fue la excepción, hoy en día las pinceladas puntillistas y las líneas ondulantes de sus pinturas son consideradas sublimes por los expertos.
Cuando viaje a París tuve la oportunidad de ver algunas pinturas de Van Gogh en el Museo de Orsay y pues pase mucho rato ahí observando lo increíble de aquellos cuadros, su color, la textura y a la vez la simpleza y complejidad del tema; desde un jarrón de girasoles hasta un autorretrato.
Yo no pinto, me encantaría, pero no tengo esa destreza. Sin embargo, tomo fotografías y uno de mis temas favoritos es la naturaleza, a veces me pasa que veo algo y necesito capturarlo, porque sé que solo yo lo estoy viendo de esa forma y tengo que mostrarlo. Y si nos vamos al tema del autorretrato, debo decir que si en la fotografía me parece algo complejo no quiero imaginarme en la pintura.
La película me concientizo de la vida tan difícil que llevo este genio de la pintura y de la literatura epistolar, porque además de pintar, Van Gogh escribió muchas cartas a su hermano Theo, que hoy se consideran dentro del genero de la literatura epistolar.
Me quedo con el pendiente de leer el libro que recopila todas esas cartas (Cartas a Theo) para después contarles.
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